Catalogación del fondo de nitratos de la Biblioteca Nacional del Perú
Por Mario Lucioni
En 1944 el período más fértil de la cinematografía peruana quedaba ya a la espalda. Amauta Films y sus émulas habían abandonado la producción de largometrajes y, no sin algunas reorganizaciones humanas y empresariales, se habían reconvertido a la realización de noticieros, aparentemente más o menos esporádicos. Al mismo tiempo habían seguido solicitando del estado un apoyo al sector. Este llegó el 14 de julio de ese año en la forma de un decreto con el que el Presidente Prado conciliaba la presión del gremio con las necesidades propagandísticas del gobierno. Evitando el potencialmente conflictivo campo de la ficción, la ley fomentaba la producción de actualidades cinematográficas y de documentales, que retomarían imágenes de todo el Perú a ser proyectadas en todo el Perú.
Este cine cumplió un papel necesario. Los peruanos de cada región tenían un vago conocimiento del resto del país. Y estos noticieros tenían además la ventaja de que, a diferencia de los que hacían las empresas habitualmente (y que retomarían a partir de los cincuenta), no necesitaban convertirse en publicidad descarada de los auspiciadores necesarios para su financiación. Aquí era la ley la que financiaba, y dejando de lado la propaganda del estado, los cineastas eran libres para filmar, para detenerse en los paisajes, en la composición, para ceder a la tentación estética.
Aproximadamente cinco productoras, entre las que destacaron Nacional Film y Productora Huascarán, filmaron unos trescientos cincuenta programas de documentales y noticieros, entre 1944 y 1948. En ellos encontramos los principales hechos políticos (como las elecciones de 1945, la primera sesión del Congreso de ese año, las giras del Presidente Bustamante y Rivero por todo el país, o el fin de la Segunda Guerra Mundial), o de actualidades (la reconstrucción de la Biblioteca Nacional, la inauguración de escuelas y hospitales, la participación del Perú en gestas deportivas, etc.), así como reportajes a Huánuco, Cusco, Tarma, Puno y otras regiones y ciudades del país.
La mayor parte del material carecía de sonido directo y descansaba sobre el trabajo descriptivo y retórico del locutor, apoyado por unos cuantos temas musicales siempre iguales. Por su parte la imagen lograba desarrollar vuelo propio, en el notable trabajo de fotografía, en los múltiples matices de un blanco y negro poco contrastado, en el ritmo de una cámara que (contra la costumbre de la época) a veces se movía sin trípode. Y en los rostros de todo el país, y en sus actividades, siempre oscilando entre tradición y modernidad. Pues si en el primer año de documentales el protagonista absoluto es Prado, a partir de Bustamante y Rivero el Presidente, sin desaparecer, pasa a segundo plano, detrás del frágil y a veces caótico movimiento humano de la democracia peruana.
Ya desde el artículo en la revista de cultura Peruanidad que saludaba la ley de fomento de la propaganda cinematográfica, existía la conciencia de su rol de memoria frente al futuro. Poco más adelante, en el documental dedicado a la reconstrucción de la Biblioteca Nacional, entre los distintos acervos de los que la institución se hacía responsable, se mencionaban las películas. A insistencia del propio Basadre los noticieros le fueron depositados. No todos sin embargo, de los 350 títulos realizados hay muchos de los que no hay ninguna copia. De otros existen los negativos originales y hasta diez copias.
No es necesario insistir sobre la importancia del negativo original. Hay muchos –demasiados- que creen que el rescate de este importantísimo acervo documental se agota en copiarlo en video o DVD. Dicho pasaje es obligado y eventualmente podría contribuir a la difusión del material, contribuyendo al conocimiento de un período fundamental en la construcción de la democracia en el Perú. Pero no basta, si no queremos que los rollos se conviertan en una masa oscura y pegajosa, como las decenas de rollos que ya han sufrido ese destino, hay que restaurarlos. Porque la cinta de video o el DVD no son eternos, y durarán menos que una restauración en material cinematográfico. En el primer caso, se puede ver lo queda de la imagen en un VHS de hace 10 años; en el segundo, ya existen DVDs hongueados. Pero es que además el negativo tiene otra ventaja: con frecuencia está casi perfecto, y nos permite obtener copias casi nuevas.
Varias iniciativas fueron realizadas por cineastas e instituciones para rescatar las películas. Lamentablemente ellas han insistido casi siempre sobre el peligro que ellas representan (pues el material en el que fueron realizadas, el nitrato de celulosa, es inflamable y eventualmente explosivo) y no en su importancia. Campañas alarmistas cuyo efecto ha sido que quien tenga un nitrato en casa intente deshacerse de él, no siempre entregándolo a un archivo. En enero de 1991 encontramos una persona extremadamente receptiva en el entonces recién establecido Jefe Institucional de la BNP, el historiador Dr. José Tamayo Herrera. Con él nuestra asociación, el Archivo Peruano de Imagen y Sonido firmó el Convenio de recuperación del patrimonio fílmico de la Biblioteca. En el marco de dicho convenio, y especilmente durante el período en que la Biblioteca fue regida por la Dra. Marta Fernández de López, finalmente logramos llevar a cabo el inventario del material.
Los filmes fueron identificados, revisados y catalogados de acuerdo a su naturaleza: nitrato, diacetato, negativo, positivo.
La revisión dio cuenta del estado del material y su urgencia de copiado. Así, se hicieron pruebas de identificación de soporte en algunos casos dudosos, se descartó material irrecuperable y que estaba poniendo en peligro los rollos adyacentes, etc.
A cada película revisada (a través de una rebobinadora manual y con la ayuda de guantes y una lupa) se le asignó un código en la ficha de revisión, en la que se consignó además el estado físico del material: si el soporte estaba deteriorado, si tenía rayas, el nivel de profundidad de éstas, si la emulsión estaba desvaída, metalizada o más densa, si las perforaciones estaban dañadas, en qué grado se repararon, el nivel de conservación de los empalmes, si se rehicieron, la ubicación final del rollo revisado etc. En muchos casos se hizo una ficha descriptiva imagen por imagen. Lamentablemente dichas fichas han sido sustraídas de la Biblioteca Nacional, y actualmente se dan por perdidas.
El inventario permitió además deshacer algunas leyendas que se habían creado en torno a este fondo cinematográfico. No había pues cine mudo peruano, no había noticieros de la época de Odría: la entrega de las copias se había detenido con la democracia. Uno de los últimos rollos es una banda de sólo audio, que anuncia el estado de emergencia.
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